El padre Tarsicio nació el 13 de agosto de 1929. Procedente de Portezuelo, de una familia numerosa formada por 10 hermanos. Ingresó al Seminario Conciliar de Concepción a fines de la década de 1950. Hizo allí sus estudios humanísticos de filosofía y teología, siendo ordenado sacerdote el 12 de enero de 1958, en la Catedral de Chillán por el Obispo Mons. Eladio Vicuña Aránguiz. El mismo año fue enviado al Seminario Pontificio de Santiago, a realizar un año pastoral como preparación inmediata y práctica al ejercicio del ministerio.
Al año siguiente fue destinado a la Parroquia de Coihueco, como vicario cooperador de los párrocos Calixto Sánchez y Benjamín Miranda. Más tarde fue párroco en Colliguay y en Ninhue. Pero sus servicios ministeriales más prolongados fueron como párroco en Quillón, por 18 años, y párroco en Pinto, por 17 años. Habiendo cumplido los 75 años de edad, siguió ejerciendo su ‘ministerio libre’ en Quillón, donde residió hasta la fecha de su fallecimiento.
Aunque hasta hace poco llevaba bien las limitaciones propias de su edad, en las últimas semanas se agravaron situaciones derivadas de un cáncer prostático, con un mal funcionamiento de los riñones. Hace pocos días se le había diagnosticado, además, un cáncer a los huesos.
El padre Tarsicio es recordado por su carácter silencioso, reservado y su trabajo ministerial serio, responsable y generoso. Por varios años integró un ‘equipo de vida sacerdotal’ con otros presbíteros como Eloy Parra, Diocles Miranda, Juan Luis Ysern y Raúl Manríquez. En ese ambiente se interesó mucho por asumir las conclusiones del Concilio Vaticano II, situación que le supuso un gran esfuerzo, pues estaba más bien ligado al ejercicio tradicional del sacerdocio. Se le recuerda por su cercanía y amistad y por la dedicación con que asumía sus compromisos pastorales.