Sin embargo, abordar dicha diversidad puede ser un desafío, ya que aún la existencia de tabúes y prejuicios, especialmente para personas en situación de discapacidad (PsD) sigue siendo un tema invisibilizado.
Uno de los estudios más recientes en Chile, según la Encuesta Nacional de salud, Sexualidad y Género (ENSSEX), evidencia la falta de educación sexual integral (ESI) en nuestro país. En este contexto, las personas en situación de discapacidad (PsD) son las más invisibilizadas. La falta de información adecuada genera creencias, prejuicios y mitos que infantilizan a este sector, reforzando la idea de que carecen de sexualidad propia o que esta es inexistente.
Según la OMS, los derechos sexuales abarcan los DD.HH. ya reconocidos, e incluyen el derecho de todas las personas a tener acceso a salud sexual, recibir información y educación adecuada, a ser respetados de manera integral, entre otros. Sin embargo, en chile, las personas con discapacidad enfrentan barreras significativas para ejercer su derecho a una salud sexual inclusiva, estas barreras no son solo físicas, sino también culturales, comunicacionales, actitudinales y arquitectónicas. En nuestro país, aún nos encontramos con centros de salud que no cuentan con una infraestructura adecuada y adaptada a las necesidades de todas las personas, encontrándonos con barreras físicas e incluso de la información. También nos encontramos con la falta de capacitación de profesionales de la salud sobre la salud sexual.
Estas dificultades se ven agravadas por la falta de autonomía que enfrentan muchas personas con discapacidad, quienes dependen de terceros para acceder a estos servicios básicos. La desinformación sobre la sexualidad en este sentido tiene consecuencias profundas y perjudiciales. Asociar discapacidad con asexualidad no solo borra la diversidad de experiencias dentro de este grupo, sino que también invisibiliza sus derechos sexuales. Si bien la asexualidad es una orientación sexual válida y respetada, considerar a todas las personas dentro de este grupo, puede prolongar los prejuicios y mitos que pueden afectar la calidad de vida de las PsD, ya que muchos estudios demuestran que este tipo de creencias limitan el acceso al derecho de una educación sexual integral, a la posibilidad de vivir experiencias sexuales y tener relaciones afectivas, satisfactorias de goce y disfrute.
La accesibilidad en salud sexual no es solo un acto de justicia social, justicia ocupacional, y es un derecho fundamental para garantizar a todas las personas la posibilidad de disfrutar de una vida libre de prejuicios, protegiendo la dignidad de las personas en situación de discapacidad. Eliminar los estigmas es una responsabilidad colectiva.