Por espacio de cuatro años, profesionales del Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA Quilamapu, ejecutaron un proyecto destinado a disminuir los costos de producción y obtener mejores resultados en la cosecha de papas en la provincia de Arauco. Este objetivo se logró incorporando nuevas prácticas para la zona, como el uso de semillas certificadas, el riego controlado, el análisis de los suelos para detectar las necesidades de nutrientes, y el control del tizón, considerado como la principal enfermedad fungosas que afecta los cultivos de papa.
Junto con el incremento en la producción papera entre agricultores de las siete comunas de la provincia de Arauco, también destacó el factor humano y la relación generada entre los profesionales de INIA y las familias productoras. De entre ellas, una llamó particularmente la atención, por tratarse de un núcleo compuesto por tres hermanas (Alejandra, Silvia y Elsa Trangulao) y su madre (Clorinda Neculqueo), todas ellas agricultoras, y con dedicación diaria para obtener papas con mejor calibre y mayores rendimientos.
“Es un ejemplo que mujeres tengan un cultivo de primera (…), ellas abren un camino y una nueva puerta en la agricultura”, señaló Marcelino Claret, director regional de INIA Quilamapu, tras conocerlas en el predio que estas tienen en Cañete, y ver parte de sus actividades.
Los esfuerzos de años de la familia Trangulao se han orientado a la producción de papas, tanto para el autoconsumo, como también para la comercialización. El incremento de rendimiento ha sido posible tras la adopción de las recomendaciones de INIA, además de la incorporación de maquinaria, donde destaca un tractor familiar. Sus actividades agropecuarias se complementan también con la crianza de ovejas, gallinas, cerdos y vacunos, y al cultivo del lupino, trigo y avena, entre otros.
Las capacitaciones a manos de los especialistas de INIA, les permitieron especializarse en la producción de semillas de papa con certificación del SAG, modificar la bodega especialmente adecuada para el almacenaje, además de participar de giras y conocer la realidad de otros productores paperos del país.
Pero no siempre la situación de la familia fue tranquila. El campo lo obtuvieron de la Conadi, y la venta del bosque que tenía incorporado, posibilitó la compra del tractor. De esa manera quedó atrás un paso complejo por Santiago para buscar mejores expectativas, donde la matriarca debió trabajar como asesora del hogar para generar los ingresos.
La mejor tractorista
La jornada de Alejandra Trangulao comienza muy temprano cada mañana. La atención de los animales y el olor a tierra húmeda la acompañan a diario. Ella tomó las riendas de la economía de la casa y aprendió a trabajar el tractor familiar.
Pero, no fue fácil. Después de aprender, no todos querían contratarla. “Pensarán que uno no sabe trabajar o es por ser machistas nada más…, pero de a poco se fueron acostumbrando a que una mujer fuera tractorista”, indicó.
Pese a la discriminación inicial, siguió adelante “con pegas chicas”, para sustentar a la familia. Tras varios años, la situación ha cambiado. “Yo me siento mejor arriba de un tractor, me siento más fuerte”, contó, tras reconocer que la llaman desde distintos sectores de la comuna, y que es reconocida como la mejor de la zona.
La vida de la familia Trangulao ha dado un giro en el último tiempo, regresando a sus raíces y desarrollando la agricultura y, con ello, sintiendo el reconocimiento personal y del trabajo del campo.